Delicias de El Quijote

Ando leyendo El Quijote, que es una fiesta del lenguaje. Pocos libros tan voluminosos se leen con tanta fluidez. Pocas novelas ofrecen un hilo de diálogos tan prolijo y ligero a la vez. Volver al castellano de Cervantes en El Quijote tiene algo de desenterrar un léxico hoy perdido o en desuso, pero comprensible por analogía o etimología.

Marcela, ilustración de El Quijote de Montaner y Simón editores, 1880.
Marcela, personaje de El Quijote. Xilografía de El Quijote de Montaner y Simón editores, 1880.

Por analogía: uno encuentra una expresión como «lo brumó», con el sentido de «lo molió a palos», y disfruta con el descubrimiento de un verbo, brumar, que nadie hoy recuerda, pero cuya raíz conservamos en abrumado/a, adjetivo que ahora entendemos por agobiado, algo más suave que apaleado.

Por etimología: es una gozada encontrar palabras como agible o arbitrante, que no se leen con perplejidad cuando uno ha tenido el suficiente contacto con el latín. La primera significa factible (de ago) y la segunda juez o juzgador (del verbo arbitror).

En el castellano de Cervantes encontramos léxico compartido con el catalán de nuestro tiempo, que el castellano actual ha olvidado. ¿Alguien utiliza hoy frazada, por manta? Flassada, en catalán. (Me apunta el escritor Gabriel Bertotti que en Argentina nadie dice manta. Más afortunado es el ejemplo de la expresión que encuentro en la página 636 de la edición efeméride de Alfaguara de 2005: «un mes arreo», dice Sancho. Arreo como adjetivo/adverbio, con en sentido de seguido, sin interrupción. ¿Sobrevive esta palabra en el castellano post-Cervantes? Es la primera vez que yo la veo, sin embargo es fácil ver que se trata de la palabra catalana arreu, según la RAE robada por el castellano del XVI y de origen gótico).

El Quijote ha hecho correr muchos ríos de tinta y con razón, pues fue una genialidad inopinada por su propio autor. Me parece a mí. Ahora que lo releo después de treinta y cinco años, lo disfruto un 1000% más que la primera vez. Me embelesa el discurso de la bella Marcela, poniendo en su sitio a sus pretendientes desorientados, con el juicio nublado, cerriles ante lo que les parece una impiedad: que la belleza permanezca virgen, que no se entregue a sus admiradores.

Me seduce, como a todos desde siempre, el debate que se plantea por debajo de la comicidad aparente. Ahora se usa entre los jóvenes la expresión «virgen de la vida», algo burlesca, que indica que uno es algo ingenuo, naif, inexperto. Don Quijote, en un perfil simplificado, es un idealista, un romántico, un soñador. Todos los personajes en el libro, menos Sancho, tienen por locura la propuesta de Alonso Quijano de «resucitar la caballería andante». Yo no tengo tan claro que en el pecho de Cervantes no ardiera una burla de los burladores: que con la historia de este hombre chalado no estuviese lamentando la muerte de las quimeras. No exactamente las quimeras de Don Quijote, pero sí un mundo de sueños imposibles, más noble, sin duda extinguido como las armas de fuego extinguieron la nobleza de los combates singulares, la luz santa de las armas blancas. No tengo tan claro que Don Quijote no sea un pionero del anarquismo, un iluminado, un nuevo Jesús cuyo reino no es de este mundo, que libera a los galeotes encadenados aplicando una ley naif, virgen, suicida, irreal, que acaso jamás tuvo lugar en la historia, sólo en las fábulas milesias, imposibles, que fueron los libros de caballerías.

Una de las palabras que he escogido para comentar aquí es endriago. En el mundo real no existen endriagos, monstruos –según leo por ahí, y hasta la RAE le da pábulo con un «quizá»– con algo de hidra, algo de dragón (es redundante, pues la hidra de Lerna ya es dragón), algo de hombre. El primer endriago conocido recibe nombre y cuerpo en Amadís de Gaula, novela de caballería de cabecera de Don Quijote. En este Endriago de una litografía de 1838 no se ve la hidra por ninguna parte. Tiene cara de gárgola demoníaca del románico.046056_litografia_amadis_contra_el_endriago_madrid_1838_s

Así  describe al endriago Garci Rodríguez de Montalvo, autor de Amadís de Gaula:

Tenía el cuerpo y el rostro cubierto de pelo, y encima había conchas sobrepuestas unas sobre otras, tan fuertes que ninguna arma las podía pasar, y las piernas y pies eran muy recios y gruesos, y encima de los hombros había alas tan grandes que hasta los pies le cubrían, y no de péndolas, más de un cuero negro como la pez luciente, velloso, tan fuerte que ninguna arma la podía empecer, con las cuales se cubría como lo hiciese un hombre con un escudo, y debajo de ellas le salían brazos muy fuertes así como de león, todos cubiertos de conchas más menudas que las del cuerpo, y las manos había de hechura de águila con cinco dedos, y las uñas tan fuertes y tan grandes que en el mundo podía ser cosa tan fuerte que entre ellas entrase que luego no fuese desecha. Dientes tenía dos en cada una de las quijadas, tan fuertes y tan largos que de la boca un codo le salían. Y los ojos grandes y redondos muy bermejos como brasa,s así que muy lueñe, siendo de noche, eran vistos y todas las gentes huían de él.

En resumen: peludo con conchas, con alas enormes (no las alitas de murciélago de la imagen) y vellosas, brazos/patas de león, zarpas de águila. Lo de los dientes es complicado imaginarlo, y no hay más datos sobre su rostro que el de ser velludo. No vemos hidra en esta descripción, sino más bien grifo: brazos de león con zarpas de águila, con alas de dragón en lugar de alas de ave (o sea alas con péndolas, de pennula, diminutivo de penna, pluma).

Por eso propongo desde aquí rehacer la etimología y descripción que encuentro en la red de este pobre bicho (fruto de un incesto del gigante Bandaguido): Endriago tiene piernas de hombre, brazos de grifo y alas de dragón. Como Endriago es el nombre propio de la criatura, y es obra del autor del Amadís, no procede proponer una explicación de una evolución etimológica, pero en todo caso Garci Rodríguez de Montalvo pudo deformar una única raíz: draco (latín) o drago. No hace falta buscarle un grifo. Y nada de hidra, ni en el verbo ni en la carne.

Entonces Don Quijote espera a su endriago, algún ejemplar de esta nueva raza de monstruos nacida con Amadís.


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3 comentarios sobre “Delicias de El Quijote

  1. DISPENSE usted muchas dosis. No sea fiel a su ofrecimiento a cambio de suscripciones. Sus conocimientos estimulan. Su poesía entusiasma. Es verdad que lo bueno si breve…pero me aburren los dichos y las cosas dichas a lo ya dicho. Son como escudos para que la imaginación no nos penetre desde el lenguaje.
    Usted lo regenera y alienta a su recreo.

    Mi profunda y agradecida enhorabuena por lo que usted cuenta y ya no digamos cómo versa y lo que versa.

    ABRAZOS

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